El lenguaje… aquello que hace algun tiempo antes no podría describir más que como el instrumento útil para la realización de la comunicación... pero conforme mis conocimientos ontológicos de el razonamiento y el lenguaje en si avanzaron esta concepción se fue complejizando hasta el punto de llevarme a comprender la intención comunicativa y la acción en si desee una misma base unificada. El lenguaje es intención y acción, es más que un instrumento o un medio… es lo que se media y deviene con nosotros, está en nuestra mente, es nuestra mente… es el ejercicio que realizamos cada vez que reflexionamos, la voz que nos cuenta quienes y como somos…
Los griegos inventaron el alfabeto alrededor de 700 a.C, y luego de esto nuestras nociones tanto como de la constitución de el lenguaje como la de nosotros como seres hablantes, fueron emergiendo explosivamente como si hubiesen estado atrapadas en una pequeña caja cerrada a presión... Ayudo a separar la intención de la acción, a construir un concepto mental de las cosas, pues ya no era necesario aprender por imitación, sino más bien reflexiones que eran canalizadas y catalizadas a su vez por el lenguaje. La humanidad se deslumbro tanto con la gracia de comprender que podían comprender, que disgregaron erróneamente los conceptos de orador, lenguaje y acción, olvidando -o ignorando tal vez-, que el lenguaje representa en sí mismo una acción que necesitaba obligatoriamente ser evocada por un orador, que las palabras no hablan por sí solas, y que sus intenciones comunicativas no eran separables.
En este afán desesperado por comprenderlo todo, teorizando cuanto se ocurriera el hombre tropezó con otro igual a él, o quizás con un espejo o quizás contra sus pies… Choco con su realidad y le puso nombre, para intentar conocerla mejor… entonces fuimos "seres humanos" -como concépto- y nació la gran pregunta...“¿quién, como o que soy?”.
El lenguaje nos trajo un mundo a la mano y forjó nuestras mentes, nos dio la voz del razonamiento y oídos para nuestra alma, obligándonos a dudar y responder, dudar y responder, creando teorías y comprobándolas. Buscábamos razones para pensar y pensamos cada una de las razones... y como por añadidura la psicología se hizo necesaria. La reflexión, el replegarse sobre sí mismo, en los propios pensamientos como siguiendo un hilo conductor atado por adverbios varios y conjunciones que se tomaban de la mano para construir frases con acentos cada vez más inquisitivos, porque la duda siempre atrae más dudas, el “darnos cuenta de…” siempre nos trae a la mano inagotables “porque’s”... ¿y si no existieran porque’s?, ¿y si no existieran conectores varios como conjunciones, adverbios o pronombres? la reflexión no se daría pues no tendríamos como conducirla …y la psicologia no tendria ni medios ni motivos para existir.
Aida Peñaranda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deje de ser sapo y comience a ser opinante!